El frío, el viento y las calefacciones debilitan la función barrera de la piel y nuestra piel se reseca y se deshidrata con
más facilidad. Además también los cambios de temperatura de calor a
frío hacen que nuestra piel sufra llegando a sensibilizarse y también
pueden aparecer rojeces.
La renovación celular se ralentiza y las células muertas se acumulan restando luminosidad y suavidad a
nuestra piel. El resultado es que vemos nuestra piel más apagada,
opaca, sin luminosidad y muchas veces es por esa acumulación de células
muertas.
Ahora es momento de aumentar los cuidados de nuestra piel hidratándola mucho más tanto por dentro como por fuera...
Sigue nuestros consejos para desafiar al frío con un rostro radiante y luminoso
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1 comentarios
Gracias guapa, muy interesante todo. Besos
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